El otro día, un grupo de amigos y yo estábamos ensayando una obra de teatro, y durante uno de nuestros descansos, Víctor, un chavo bien buen pedo, sacó de su mochila un Kazoo y comenzó a tocarlo. El Kazoo es un pequeño instrumento musical en forma de un conito con una abertura en la parte superior. Cuando uno deja pasar aire por uno de sus extremos, empieza a sonar de una manera muy chistosa; es como si tuvieras un enjambre de abejas atrapado dentro del Kazoo. El instrumento no tiene mayor ciencia: lo único que tienes que hacer es tatarear una canción, y entonces, esa pequeña maravilla hará su magia. Cuando Víctor sacó el suyo, los demás nos estábamos cagando de la risa: ¿pueden ímagínense la Marcha de Zacatecas zumbada en un timbre muy agudo? Después comenzó a tocar tangos, y luego, interpretó El Vals de El Padrino en varios ritmos, hasta cumbia. Lo mejor de todo, fue cuando sacó varios de su mochila y nos los repartió. Dijo que traía todos esos para emergencias. De repente, todos estábamos tocando esas chingaderas, e interpretamos temas completos. Fue de risa loca. Hasta pensamos en incluir presentaciones así en nuestras giras de teatro.
Si están frustrados porque no han aprendido a dominar ningún instrumento misical, les recomiendo que vayan y compren un Kazoo. Es bien fácil de tocar y les aseguro... No: les juro que se van a divertir muchísimo cuando tengan uno entre sus manos y comiencen a tocar todo lo que se les venga a la cabeza.
Es una belleza. Ya verán.
Es una belleza. Ya verán.
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