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viernes, 4 de septiembre de 2009

De lo que es no tener qué hacer

Estábamos Chava, Cuahtémoc y yo hablan de viejas y de puras pendejadas, cuando de repente, el Temo (o sea, Cuahtémoc) nos preguntó si nuestro amiguito tenía nombre.
—¿Cuál amiguito?
—Su amiguito. Ya saben, el cíclope chiquito.
—¿Uh?
—El del sweater de cuello de tortuga y el casquito.
—¿Uh?
—¡Que si su pene tiene nombre, par de pendejos!
—¡Aaaaaah!
Chava y yo nos quedamos viendo con cara de "¿qué pedo con esté güey?," pero luego nos entró la curiosidad que siempre trae consigo un día aburrido.
—No, ¿por qué? ¿El tuyo sí?
—Sí.
—¡No mames! ¿Cómo se llama?
—Moisés
—¿Por qué?
—Porque abre el mar y libera a mi pueblo.
—¡Duh!
Aquí hubo un silencio.
Entonces, yo:
—Pues que el mío sea Lalo —dije.
—¿Lalo?
—¡Lalonganiza!
Risas.
Luego, Chava:
—Que el mío sea Lázaro.
—¿Porque le dices "levántate y anda"?
—Simón.
Más risas.
Pero luego ya no pudimos seguir hablando de eso porque llegó una chica. Sólo entonces, nos sentimos sucios de haber hablado semejantes pendejadas.
Chale, lo que es no tener qué hacer.

3 comentarios:

Iván *El Gato Azulgrana. dijo...

Para eso es que fueron creados los billares, lupanares y demás lugares para machitos.......y el espacio ese que hoy dejamos ir servía como uno de esos :(

Rainmaker dijo...

hahahahahaha
Tiene mucha razón el Grano Gato-azul.
Demonios, por eso nos quitan esos lugares.

Unknown dijo...

No se cual es el problema, aunque tuvieramos algo que hacer, buscariamos un momento para soltar la tonteria número "n" en un momento infinito, al que le decimos vida. Anden putos