Todo eso viene en el libro.
Hay un gran momento en el libro, uno que me hace llorar como niña cada vez que lo leo. Se supone que Don Corleone va con su familia al hospital, a visitar al moribundo Genco Abbandando, quien era en ese entonces el consigliere de la Familia. Abbandando está sufriendo a causa del cáncer terminal que por meses lo ha tumbado en cama; está a punto de morir, y pide al doctor que deje pasar al Don a la habitación. Cuando el consejero ve al Padrino, le pide algo imposible, alentado por el delirio provocado por el dolor y la fiebre. Le dice:
"Padrino, Padrino, sálvame de la muerte, te lo ruego. La carne me está quemando, y siento que los gusanos me están comiendo el cerebro. Cúrame, Padrino, sé que tienes el poder para hacerlo; seca las lágrimas de mi esposa. De niños, en Corleone, jugábamos juntos, y ahora, ¿vas a dejarme morir? ¿No te das cuenta que temo ir al infierno por todos los pecados que he cometido?"
En la madre. Eso es hermoso. Cuando el Don lo convence de que no puede hacer eso, Genco agrega:
"Padrino, quédate junto a mí y ayúdame a encontrarme con la Muerte. Quizá, si te ve a mi lado, se asustará y me dejará en paz. O tal vez puedas convencerla, moviendo algunos hilos, ¿eh?"
Veeeeeeeeeeergaaaaaaaaaa... Eso ocurre en el principio del libro, cuando ni siquiera ha arrancado la historia; solamente es una bellísima manera de mostrarte el poder del Padrino, el gran Don Corleone. El autor te dice que la gente alrededor de él lo cree capaz, incluso, de ahuyentar a la Muerte con su presencia.
Y eso, no tiene precio.
Recomiendo leer El Padrino. Lo recomiendo bien cabrón. Se dice que toda la sabiduría que un hombre de verdad necesita, se encuentra en ese libro.
Yo creo que es cierto.
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